viernes, 27 de enero de 2012

Nueva visión sobre El Josco

"Buey que vi en mi niñez
echando vaho un día".

Allá lejos,R. Darío.

"La realidad misma es un estado que puede ser desmantelado en cualquier momento, no importa cuan magnífica pueda parecer". J. G. Ballard


El Josco no se suicidó porque perdiera su lugar como padrote, sino por perder el desempeño de su liderato absoluto. Después sintió que aflojaban y disminuían atenciones y respeto.

"Al Josco trataron de uncirlo al yugo de un buey viejo
que lo amaestrara, pero se revolvió violento poniendo
en peligro la vida del peonaje. Andaba mohíno, huraño
y se le escuchaba bramar quejoso, como agobiado por
una pena conmensurable".

Desde el comienzo de la vida fue cobijado por el cielo de una patria:

"Cuando sobre el lomo negro del cerro Farallón
las estrellas clavaban sus banderillas de luz,
lo veía descender la loma, majestuoso, doblar
la recia cerviz, resoplar su aliento de toro
macho sobre la tierra virgen y tirar un mugido
largo y potente para las rejoyas del San Lorenzo".

Unas manos que no era la acariciante lengua de su madre, pero eran las manos de una multitud que lo ayudaron a nacer. las fue sintiendo en carantoñas y consentimientos a través de su desarrollo y advenimiento de la adultez.
El amor y admiración de una pléyade de niños, con la adhesión a la grandeza de su figura, transmitían ternura a la reciedumbre de su espíritu. Niños estigmatizados con el signo de la pobreza de la época. "Los chiquillos de vientres abultados"
Había un público que lo apoyaba, un pueblo enardecido en el momento de la crisis, en el instante de su clímax. Lo estimulaba, lo instaba a reafirmarse en su liderato. Una comunidad silvestre entregada al trabajo exhaustivo, acostumbrada a repechar las horas extendidas. Ese público:

"En la vieja casona la gente se fue asomando al balcón.
Los agregados salían de sus bohíos. Los chiquillos
perforaban el aire con sus chillidos:
--El Josco pelea con el americano de los Velilla ".

No se exacerbaba por la amenaza a su puesto de semental. Le infligía dolorosamente desaparecer de la conciencia de aquella comunidad, de aquel pueblo que veneraba su figura.

"En el redondel de los cerros circunvecinos,
las voces se hicieron ecos. Los chiquillos
azuzaban al Josco."
--Dale, Josco que tú puedes.

Allí se dice que el Josco se jugaba la supremacía del padronazgo, pero en realidad, en el espíritu de la letra, allí se quiere decir la supremacía del patronazgo. Era su figura líder sobre la que se tramaba la desaparición. Pero él era un hijo de aquella comunidad:


"Lo había criado y lo quería como a un hijo.
Su único hijo.

El cronista que nos informa de la presencia de este individuo mítico, para aclarar y estatuir una intención asentada en la simbología, no deja coma después de la expresión--como a un hijo--, con aquiescencia linguística construye oración aparte
--Su único hijo--. Éste es un hijo supremo, el de la "Suprema definición", el que apoya la comunidad, al que los niños dispensan amor y entusiasmo. Él era un líder esencial, amado en la hacienda-patria, incluso por la naturaleza que lo unge en sol. El crepúsculo lo convierte en rey, vistiéndole de púrpura y las estrellas lo coronan de luces como fulgurante pedrería. Es celoso de todo lo que considera suyo: aquellas lomas, las ondulantes tierras de sembradío, el ganado en representación de sus hermanos, los niños, la peonada y las amas de casas de laboriosas manos y angustiosa vida. Es decir, la hegemonía de la patria. Toda estas raíces y plano amoroso, son la razón de su vida.
Cuando se discierne sobre ciertas características aquí atribuidas, se llega a comprender la mitología subyacente.

"Toro y hombre se fundían en un mismo paisaje en un mismo
dolor".

Se arguye en la encarnación del uno en el otro, como un ente ubicuo y, comparten el descontento de un espíritu recio y primitivo. De un pueblo representativo que es el Jincho Marcelo, brota como un helecho de barranca, el líder que recorría un "prado" de su país y, resoplaba su aliento como un verbo encendido a través de las rejoyas del San Lorenzo, a todas las comunidades donde se irguiera un descolorido, flácido, esperanzado y resistente ser, a no trastocar su estirpe. Uno piensa: por qué habría que injertarle ingredientes dexosirribunucleico a los incas del Perú, si ellos solitos, faltos de grúas y buldoses, erigieron Machu-Pichu. ¿Por qué habría que implantarles plasma germinal a los mayas?

"--Y ¿qué jacemos con el Josco?"

Hay un planteamiento de falta de equidad en años y siglos de enfrentar la injusticia institucionalizada. Allí por derecho propio, el Josco oficiaba su puesto en la campiña, pero es desplazado sin tomar en cuenta su señorío. El bohío, los arrimados, la faz macilenta, los vientres abultados de los niños, son rasgos que tipifican el pauperrismo que viene filtrándose por los siglos de indolencia y angustia cíclica. Su dolor es el dolor que padece el pueblo.

"Una inmensa congoja."

El Josco lidereaba el deseo y las ansias arcanas del pueblo, por conseguir lo que en cierta medida, atesoraba este líder mítico: la manumisión.
Pero los nuevos cambios: "Hay que mejorar la crianza" (El parcho no transformaba en nueva la pieza). Dejaban impune el flagelo. El dolor, la angustia es la perenne presencia entre la muchedumbre.

"Sangrante, como si le hubieran clavado un estoque
en mitad del corazón".
"Ha quedado hierático --Una mirada hierática, no deja ver lo que piensa, exhibe una actitud de estatua -- era la forma de pasar por la vida, aparentemente impasible, mientras ese dolor oculto, acortaba su vivir.

La aflicción opresiva, la angustia filosofal que daban característica a aquella raza de padecimiento ancestral, que particularizaba hasta los ademanes y gestos, no tan sólo a la comunidad del valle del Toa, sino la multitud de campesinos de lomas y llanos, laderas y montes de todo el país.

"Jaiba, mañoso, mohíno, huraño, quejoso, agobiado
que padecía una pena conmensurable".

Una pena que se podía descifrar, una angustia medible porque se podía esgrimir las causas e ilustrar y describir las abrumadoras evidencias seculares.

El núcleo del cuento no es la pugna, lidia atroz entre el Josco y el toro "americano", sino la desesperada lucha por echar de sus vidas la ahogante angustia que reducía las posibilidades de alcanzar la dignidad trascendental: la libertad.

Según el filósofo danés, Soren Kierkegaard, la angustia tiene algo de positivo: es un efecto existencialista que nos llega de fuera a través de la percepción y el efecto de su hondo dolor, hace estragos en su yo interior. (La cosa en sí). (La cosa en mi) de Kant.

Lo que la angustia existencialista tiene de positivo, es que obliga a entrar en una zona de comprensión alrededor de la destructible situación que se padece y se sufre.

Ese anhelo de ser libre y único en el Josco, es en el plano mítico de la obra, el deseo de establecer por derecho natural, la existencia sin trabas territoriales, sin ataduras jurídicas, en que pueda enarbolarse un pendón único en el valle del Toa, como en el país entero.

El férreo combate escenificado entre el Josco y el toro "americano" en la vereda de los guayabos, no es una batalla para medir fuerza poderío. Es una ventana para que se pueda visualizar el conflicto existencial que incomoda la vida, que nos embiste con su pesada verecundia y escarnio. Un asomo a la posibilidad.

"En la vieja casona la gente
se fue asomando al balcón."

Un asomo con efecto de ventana a la comprensión del problema
El cuento refiere una expresión muy significativa:

"Husmiando una huella misteriosa".

Pero un misterio perdido hay que b8scarlo con buen olfato. Es faena harto difícil, encontrarlo y luego develarlo. Es un enigma igual a la oscuridad, que exige la luz. el secreto demanda la divulgación. Nos impele a buscarlo en nuestra interioridad. Ese misterio es la incomprensión de la naturaleza sociopolítica en que discurre nuestra vida. Es un llamado a la reflexión, es incitación a resolver.

El líder se inmoló para que naciera la leyenda. Para que se develara en el pensamiento de cada puertorriqueño, la misteriosa condición que fuera husmiando el Josco camino a embestir el problema de frente.









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