lunes, 30 de abril de 2012

" El de los ojos azules "

Fufi, estaba sentado con las manos
apoyadas sobre un banco de madera.
La cabeza de Escipión,
hundida en sus duros hombros.
esperaba para jugar tenis.

Era viejo, muy viejo.
El sol doraba su piel,
una piel con muchos soles
apagados.
Me miró desde las aguas de su mar.
Tenía jarcias dibujadas
en su rostro.
Pero no lucía pipa humeante
ni gorra de capitán.
Conoció la fama;
como atleta pujante, destacado.
El deporte encendió
siempre su pasión.

Se había posado
en su cerebro,
una delicada inteligencia.
Conocía los secretos
de la lengua escrita,
con la honda destreza
de los dioses del Olimpo.

Estaba sentado entre canchas de tenis.
Parecía ciudadano francés,
pero era ciudadano puertorriqueño.

Lo he visto en muchos libros :
como un ente ubicuo.
Su animosidad y acicate,
deja impronta en la literatura
universal a través de las épocas :

Tengo la impresión
que aconsejó a Aníbal,
en su decisión de cruzar el Ebro.
El es ímpetu y coraje.
Tiene aquella visión
que llevó a Bolívar
a apechar  los Andes.

Ahora está ahí sentado,
con brasas y sargazos
en sus decrépitas cejas.
No se ve, pero él ahogó
a Diego salcedo en el río de Añasco
y ahora quiere hundir un mito.

Pueblos sin canchas de tenis

Tristes los pueblos
lamentan tristes,
el infortunio
de no ofrecer
una cancha de tenis.

Los jóvenes sueñan el tenis,
pero los pueblos
le niegan la gracia.

La juventud
reclama con vehemencia,
la soñada cancha de tenis.
los muchachos como peces
saltan para hundirse
en las sombras
y, en la desidia,
de las tardes ociosas.

Oh los pueblos tristes
que sollozan
por las esquinas
entre zarzas y espinas,
llenos de palabras sedantes.
niegan el campo de tenis.
Por las noches,
al pueblo lo hieren
los llamados al mundo
de las tinieblas,
con mortales estocadas.

domingo, 29 de abril de 2012

Canchas en hojas y llamas

Soñé que las canchas
de la Universidad,
desaparecían
bajo incesante lluvia
de hojas secas.

Después se sumaron
pájaros muertos
y una multitud
de gatos abandonados
desgarraban las alas yertas
de las aves rígidas

Unos hombres
con palas y carretillas,
insistían en retirar
la inmensa hojarasca.
Estos obreros
reducían en su tamaño,
porque del cielo
se precipitaban toneladas de hojas.
Los hombres corrían asustados.

Entre pájaros muertos,
veíase el reguero
de bolas de tenis
putrefactas y fétidas.
Bolas con vísceras
brotadas y sangre quemada.

Las autoridades
prendieron combustión
a los desechos sinuosos.
Junto con las rojas llamas,
se elevaba
en la atmósfera,
una gigantesca raqueta de humo
que iba desvaneciéndose
con las ráfagas del viento
y, la fusta de hojas
que hostigaban la neblinosa silueta,
en cuyo largo mango
las llamas del bálago encendido,
devoraban sus frágiles cendales.

Ventaja


                                         40




                                                 

viernes, 27 de abril de 2012

Infulas de grandeza

                                        " Así como la locura, en su grado superior, es el principio
                                           de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio
                                           de todo arte, de toda fantasía ".
                                                               ( Hermann Hesse, El lobo estepario ).

En un pueblecito
abrumado de árboles y quebradas.
Un triste águila,
que en sueños se convertía
en lobo,
sintió el prurito
de ser elevado
como el Cristo del Corcovado o El Redentor,
sobre Río de Janeiro.

Pensó que en la pequeña
ciudad donde vivía,
sus vuelos no eran notados
porque siempre alcazaba
las nubes
y, su figura altiva
era deslumbrada por el sol.

En las noches,
cuando en sueños
se convertía en lobo,
salía con la luna
a rondar el pueblito.

Notaba que los habitantes dormían,
que la luna llena,
se convertía en otra fase,
que el aullido
con el que esperaba despertar
los durmientes,
se tornaba en un silbido
desvanecido de águila
hambrienta y cansada.

Entonces, cierto día,
mientras oteaba
desde el pináculo
de los bambúes,
el fresco viento
zarandeaba las verdes
cañas altísimas.
El rumor de la quebrada
hacía efecto de somnolencia
y comenzó a soñar :
era un lobo,
andaba agazapado,
buscando trascendencia.
Pasó por entre una huerta
y no tocó ni melones
ni piñas.
Saltó las bajas vallas
de un corral,
poblado de gallinas.
En cuanto las aves
le vieron, no huyeron.
Estalló un jolgorio
de risas gallináceas.
Era de mañana.
Su silueta
parecía más un palafrén
que un lobo feroz.

El hortelano que acababa
de levantarse,
lo descubrió velando
las gallinas.
El hombre fue al interior,
de su casa.
Salió con su esposa.
El hortelano dijo :
" Nos vigila el huerto y el corral,
es manso y está sin dientes
porque es muy viejo".
El lobo puso atención
a las frases de la señora :
" Debemos darle un homenaje,
un reconocimiento.
Nombrarlo rey de esta estepa".
El hortelano quiso corregir :
"rey del corral".
" sí, pero diremos estepa
para que él lo juzgue inmenso".
Pensaron traer
una piedra conmemorativa
igual a la de Guánica.

El águila
nunca despertó.
Volaba dormida
y nadie la veía.

A la tarde,
en el umbral de crepúsculo,
desde el pináculo de los bambúes,
creía divisar el juego de tenis.

jueves, 26 de abril de 2012

La lluvia y el tenis

                                         "... La lluvia ha vuelto
                                              de mi infancia ".
                                                       ( Pablo Neruda, Odas elementales ).

Aquel día, la mañana
nos llegó macerada.
Su aspecto dolido
era el de un viejo artrístico.
Comenzaba oscura y pálida,
llena de calígine
y tela de araña.
Le costaba moverse
a horas superiores.

El viaje hacia Mayaguez
transcurriría en una hora.
Pensé que luego, el oro del tiempo,
invadiría árboles, casas y calles.
Pero la Sultana mostraba
los tules de la madrugada,
aún perezosa, para desechar los linos
lóbregos.

Serían las ocho
cuando esperaba por pareja.
Sentí que la atmósfera
enfriaba como un pétalo
mojado.

A través de los eucaliptos
y los verdes pinos,
una lluvia fina
esparcía los carámbanos.

De niño, algunos sábados
el pueblo amanecía
envuelto en sombras y ráfagas.
Nuestros juegos se desvanecían.

La cancha de tenis se tornaba
en un mar de claras aguas.
Del cielo, el rabadán
de ceñudo gesto,
ordenaba lluvia
para largo tiempo.



Canchas de marfil

En los hoteles de lujos,
donde figuran algunas estrellas
adjudicadas a su excelencia,
tienen varias canchas de tenis.
Lucen vestidas de quinceañeras.
Se ofrecen apetitosas
como una fresca manzana.
Con el sol claro y tenue,
seca algunas burbujas
de tibio rocío,
en el esplendor de su verde.

Llegan parejas
de gringos desarticulados.
empolvan la faz
de la cancha,
con la mota de la bola.

Yo me angustio
por no llevar raqueta,
por estar de pasada.
Estoy como quien ve
sugerentes artículos
tras una vidriera.

En un lugar
propiamente dispuesto,
mesas con arqueadas sombrillas
y, sillas de atractivo diseño.
Una media luna
de sombra,
cae de la redondeada cobija.
Al cabo se sientan
los turistas.
Un mozo
de botones dorados
y cuello inmaculado,
sirve sumo de naranja
en repujada cristalería.
La cancha
sin los obesos turistas.
es ahora más ancha.
El verde campo de tenis,
se posa como una firme
toalla mullida
e inconmensurable.

Jugar un partido
en esta loseta
metricada de blanco.
es conservar un granizo
para una colección
de lluvias.

sábado, 21 de abril de 2012

Bolas de tenis

Las bolas de tenis nuevas
huelen a zapatos nuevos.
Florecen la cancha
con destellos verdosos
y su ternura recuerdan
las peras maduras.
son suaves y firmes
como los senos juveniles,
estimulante y motivadoras
como un juguete nuevo.
Salen de la raqueta
como tiros de cerbatanas,
hieren en el ánimo
y, dejan siempre
un caído en el fragor.
Las bolas de tenis
tamborilean sus sonidos
y si de lejos dudamos
si hay gente jugando,
sus toques o trazos,
nos revelan presencia
de juegos anhelados.

Allá en el Centro Comercial
son nuestros señuelos.
La esposa nos descubre
como un niño entre las golosinas.

Cuando llegan los aprendices,
un aluvión de bolas
saltarinas y fugitivas
tupen la cancha
como tapiz de borlas
de graduandos
o destellos de luciérnagas.



viernes, 20 de abril de 2012

Treinta











                                            30

Mi raqueta

Mi raqueta duerme
en mi cuarto :
cerca de camisas y pantalones.
Huele a indumentaria
y, despide sumo de batallas.
A veces la concibo
como un reloj de pared,
tiene cuerdas muy tensas
ocultas tras cubierta gris.
Desde mi lecho
me topo con su silueta.
Está en vigilia
y su pomo de espada
quijotesca, aguarda
por las hazañas
del atardecer.

Los dos penetramos
un campo de sueños.
En esa cancha,
como de corcho
donde llegamos,
se arremolinan para
tocar la tierna raqueta
y como un conejo gris,
husmea manos y dedos :
y salta a la mía,
para hundirse como estoque
o abrumar de garrotazos
y regresar como Clavileño,
desde dudosos aires
a una humilde alcoba.

jueves, 19 de abril de 2012

Tenis en los años sesenta

Era la ciudad universitaria
dormida al comienzo
de los años sesenta.

Un libro leía :
Venezuela política y petróleo,
de Rómulo betancourt.
También un relato
de Voltaire : Micromegas.

Entre las sombras
de los árboles poderosos,
unos versos de mar y de amor :
Los versos del capitán.

Las muchachas de cutis de nácar
y, cadencia de mariposas,
con sus risas de ruiseñores
y, el bolso de los cuadernos.

Descubría en el esplendor
universitario,
un lugar de sombra y de sol :
grandes peldaños romanos,
rodeado de penumbrosos
follajes y, una cancha verde
donde se jugaba el tenis.

Mis ojos seguían
de lado a lado,
los envíos
de aquel hermoso juego,
tan distante de mí
y, tan cerca del corazón.

Aprendices de tenis

La cancha se ofrecía
fresca como la menta.
En las gradas,
esperábamos algunos entusiastas.
Ese día, de luz mañanera,
jugaban un padre
y dos niñas.

La bola paseaba en globo,
como en órbita desorientada
fuera del prado de juegos.
Veíamos los azotes de raquetas
sin punto de destino preciso.
Bola loca en el aire.
La familia contaba los tantos :
quince, treinta,
ventaja -- ventaja -- pensaba yo,
por los cristales del hubble.

A las niñas les invadía
el entusiasmo.
El cabello aireaba
la lumbre de sus mejillas.
El padre buscaba
bolas perdidas,
las niñas reían
y se comunicaban
algunas cosillas.

El tiempo tardo
en transcurrir,
como sustancia viscosa.
Sin embargo,
la familia disfrutaba.

La cancha, holgada,
para ellos, una inmensidad.
Para nosotros se nos escapaba
como una pastilla de menta.

miércoles, 18 de abril de 2012

Esperando turno

La cancha abre sus girasoles.
En las gradas, hoy se mueven
cabezas, se agitan raquetas,
se estiran piernas;
las aspas de las manos
crean los molinos
para triturar aspiraciones contrarias.
florecen las conversaciones.
Se enciende el humor.
Estallan las risas,
pero se sigue la gracia
de los sembrados.
Concluye una pareja,
invade el campo
nuevos tenistas.
El tiempo se nos alarga,
se nos escapa la vista
hacia unas zonas de grises nubes.
Comenzamos a oir los golpes
y, hasta diferenciamos impactos.
Los empates se alargan,
se alargan.
Sentimos cierta urticaria
que nos recorre el espinazo.
Al cabo, finaliza el juego.
Entran a la cancha
cuatro sembrados.
El juego es más ancho,
es aparentemente lento.
Ha recorrido una fracción
de tiempo. Pienso :
¿ cuánto tiempo más esperaré ?









Huellas en la cancha

Chaliger de "Ricoh ",
de"Emirate ".
Sensor computarizado
que cae como pétalo
amarillo : estambre de margarita
deshojada.
Impronta volátil, tenue, sutil.
Que precisa un punto de caída
en lugar de " aut "
o de "in ".
Pero casi nunca despeja dudas,
aunque concluye y cierra
un juicio final y firme.
Ella misma, posadura
cibernética es alzada
contra árbitro de línea
y, no admite apelativa
su indicación virtual.
Hace elevar la frente
y la mirada de los tenistas,
hasta aquella cumbre
donde la imagen es proyectada
en la gran pantalla,
para sorpresa o confirmación
de una fanaticada multitudinaria.

Nos recuerda la flecha lanzada,
con rauda velocidad
por el legendario arquero,
hasta la roja manzana.

martes, 17 de abril de 2012

Adiós Andrés Agassi

Eran lágrimas
de profundo sentimiento.
Llanto de la conciencia
alos ojos.
Aunque toda aquella sociedad,
ocupaba la imagen temblorosa,
de una multitud apenada
y, reverberante en los palcos,
todos apresados en unos ojos
grises y cristalizados.
Sacudían los tiempos
con estruendosa ovación.
Agassi, en su antigua figura
emblemática, recogía
en  él, a todos los tenistas :
" La tabla informa que perdí,
pero no dice cuánto los amos,
a ustedes y los del mundo.
Cuánto el tenis me ha prodigado".

Su esposa y las criaturas,
le rendían honores.
Aún con la raqueta
en su hábil brazo,
con la que trazó a golpes
todos sus triunfos,
dijo adiós
y, Agassi pasó a la historia.


miércoles, 11 de abril de 2012

Roger Federer, il gagner son quatrie`me Wimbledon

Court Central de Wimbledon.
Vert et frais sa prairie.
Dans les points de service,
apparaitre, pale, la glebe sans gazon.
Chemin pelé
font avec la force
de ses pas.
"Vous ne gagner pas ici,
chez moin,
dans la Court Central".
Au final il avait
le curriculum vitae
de quatre Wimbledon
et huitieme Grand Slam.
Des prestigeuse profession.
Il regarde le multitude
qui acclamer lui.
Les acclamers,
les gens battre les mains :
le grand tambour humain.
Exaltation et joie.
Une pigeon blanc
dan rouge vif,
croiser dan vol
le pré de jeu.
Federer avec excellence et alluré
habiller sa blazer creme,
il apparaitre sur la herbe.
Quand tout finir
et la fleche match blesseait,
il lever les bras,
il jete la tete arriere
et il ferme les jeux.
Ses ouis percevoir
le grand bruit.
Dans sa conscience sonner
les cloches de la Cathedrale
`a Suisse.



Roger Federer en Wimbledon

Cancha Central de Wimbledon.
Verde y fresca su pradera.
En los puntos de servicio,
asoma pálida, la gleba sin césped.
Trillo hecho con la fuerza
de las pisadas.
" No me ganas aquí,
en mi casa,
en la Cancha Central".
Al final tendría un palmarés
de cuatro Wimbledon
y octavo Grand Slam,
de su prestigiosa carrera.
Miró a la multitud que lo aclamaba.
Los vítores, los sonados aplausos,
los gritos de exaltación y alegría.
Una paloma clara, prendida en luz,
cruzaba en vuelo
el prado de juego.
Federer, con prestancia,
vestía su blazer crema
al aparecer sobre la hierba.
Cuando todo concluyó,
con el estoque del match,
alzó los brazos,
echó atrás la cabeza
y, cerró los ojos.
Sus oídos percibían
la estruendosa percusión.
En su conciencia tañían
las campanas de la catedral de Suiza.

lunes, 9 de abril de 2012

Gigi Fernández

Paseas tu sonrisa
por los césped del mundo.
Llevas en tu acento
el verbo de Puerto Rico.
En tu piel acanelada,
evocas la canción de Bobby Capó,
en tu gracia y simpatía,
el fililí de las boricuas.
Nueve títulos del Grand Slam,
en pareja, tu raqueta
ha conquistado.
Te unes a los grandes
deportistas y artistas
que consagran al país,
desde los taínos al presente.
Esa bola de luz
que en la arcilla
galés se desliza,
en la grama inglesa
destella como estrella
fugaz.
Es luciérnaga cetrina
y llena de claridad,
como un sol,
el corazón.

Gigi, Gigi.
Es una sístole,
es un canto,
como lo escuchó Ulises
en las aguas del mediterráneo.
Atraes a los puertorriqueños
a lanzarse al regazo
de tu gloria, Gigi.
Venusta tenista,
Francia te ofrece vítores
y el Arco del Triunfo.
Inglaterra conocía la Beatriz de Dante.
Ahora adoran otra Beatriz.
Gigi Fernández.
Las campanas tañen arrebato
y, nuestros artistas buscan el mármol
para cincelarte.

Adiós, Martina

                             " Es algo asombroso. es divertido estar
                               aún en cancha. Es algo que amo ".
                             " Estoy muy triste. Hubiera estado triste
                               aunque hubiese ganado. Esta fue la última vez ".
                                                                     ( Navratilova ).


Ella anduvo cerca
del área de servicio,
allí donde la tierra
se muestra un tanto desnuda.
Enfocó su mirada
al lomo de la cancha
y atesoró entre sus dedos
la gleba de la fama.

Esta vez, el plato
de bajorrelieve dorado,
era presea de Conchita Martínez.
España arrebataba
el Wimbledon.
Los ojos humedecidos
de Martina, apresaban
en sus pupilas la multitud
enardecida.
Una flor de voces la despedía.

Navratilova visitaba Wimbledon,
en la soledad verdegueante.
Para apresar en su alma
el espíritu de la cancha.
Allí entre las briznas encendidas,
dejó el celaje de su silueta.
En el corazón de la muchedumbre,
la imagen de la tenista.
Sus finos cabellos de oro,
sus redondos cristales
y su tierna voz,
matizan su humanidad.

Subcampeona de Wimbledon
94, Martina,
aunque te vayas
siempre se moverá
tu presencia
por las canchas del mundo.

Adiós, Martina,
te llevas la tierra de Bretaña
y el amor del universo.

Nuestra primera cancha de tenis

Las piedras,
las arenas y el cemento.
Un cúmulo de muchachos
solícitos.
Cada día, con el sol
y la noche :
las manos ávidas
volcaban el material.
Los minerales se aliaban
con la voluntad
de un estudiante
de la Santa Oblea.

Un profesor de aspecto germánico,
de estricto carácter,
como un águila oteaba
los movimientos.
Como un Hítler, ordenaba.
El profesor espartano,
con el seminarista
entusiasta del tenis,
y el séquito de alumnos
vertían la cancha
dentro del molde rectangular.

Sólo un obrero especializado,
un albañir del campo
daba el toque justo
con palustre y frota.
El cuerpo de la cancha
parecía flotar en la superficie
y bendecir nuestras ansias.
Con cada pala,
una idea.
con cada idea, un sueño :
-- organizaremos torneos.
-- enseñaremos el tenis
a los párvulos.
( Fulano no tendrá
que ir tan lejos a coger las pelas ).

Cierta tarde la vistieron
de esmeralda.
Y aún no nacía la cancha.


cuando se trazó el encintado
blanco, apareció bella
como una novia.

Allí está el césped de mampostería,
ofreciéndose al disfrute.
Quiera Dios que un día,
algún peregrino transeúnte
con raqueta y bolas
se tope con nuestra
cancha pueblerina
para su alegre deleite.

domingo, 8 de abril de 2012

El Abierto de Australia, 2007.

Fernando y Federer
en el Abierto australiano.
Sobre cálida y verde cancha de asfalto,
bajo cielo continental,
con brincos y saltos legendarios
proyectándose canguros
en la estepa.
Se juegan el título de Australia.
Fernando, ansioso y trémulo.
Federer, aplomado y circunspecto.
Ambos atizan la bola con tesón.
La figura del suizo se agiganta.
El chileno piensa en la tierra
de Valdivia y Neruda :
" Aquí terminan estos viajes.
Yo he tomado parte en esta lucha,
en ésta tú victoria ".
( El fin del viaje, Neruda ).
Tal como la sombra del ombú,
con la caída de invierno,
se desvaneció el primer Grand Slam
del Bombardero de la reina.
Plena de alborozo la fanaticada
lanza a la cancha,
aplausos como flores.
Ya lucen sus preseas
y sueñan con la parda arcilla,
en los aires del Sena.
Para Federer, se dora su palmarés.
Para Fernando, el subcampeonato.
Atrás quedan el celaje
de los niños corre bolas
y los escarabajos dorados,
empeñados también,
en ver la lucha
de titanes del tenis.

La primera bola de tenis

Una vez hace muchos años,
apareció en mis manos
una bola de tenis.
Su color era caqui,
distintas a las de hoy fosforescentes.
La trajo mi hermano mayor
de la capital.
Para mí, era muy graciosa
por su particular bote,
por su color y ligera lana.
Mi hermano me explicó el juego.
Pero mi mente lo reinventó.
Jugaba con las palmas de las manos
en el pequeño parque de grama,
como un Wimbledon intempestivo.
Pasaron los años.
Un día me encontré tras la verja
de una cancha verde.
Parecía un campo de lirios;
pantalones cortos blancos
y, blancos también, los jubones.
Blancas las rayas trazadas,
blanca la red.
Un mar de espumas liliales.
los golpes de las raquetas
contra las raudas bolas,
se grababan para siempre
en el palpitar de mi corazón.