martes, 4 de diciembre de 2012

Exhibición surrealista - Bodegones de Carlos Mercado

"No hay tal cosa como naturaleza muerta de los bodegones. Cuando en ellos se presenta una fruta partida donde se ve su interior y, allí se muestran las semillas de su estructura, trasciende el mensaje del hálito vital porque dichas semillas representan la potencialidad de la vida. Todos los objetos que le puedan acompañar, están ahítos de significación semiótica que se van creando a sí mismo en cadena semántica infinita."
                                                       ( C. M. G.)


Me dispuse visitar la exposición. Subí los peldaños que van hacia la entrada del edificio. Cuando estuve junto al podio de una de sus columnas, miré hacia afuera para encontrarme con la vida. El cielo entre nubes y claro sol, los pájaros que cruzaban, los árboles dando a aquel ámbito de la ciudad, la ternura de la naturaleza. Vi también, toda aquella plasticidad : cablería eléctrica, los autos y furgones y multitud de objetos como rótulos, ropas exhibidas a la intemperie, para la venta, anuncios pegados a los postes, chapas de refrescos aplastadas por el tránsito; astillas de madera, vidrios de algún foco de auto impactado. Alguna que otra golondrina que anunciaban un verano próximo. Y la muchedumbre que se conducía nerviosa y expedita hacia sus intereses; en fin la vida obrando su fortuna.

Respiré lleno ya de un mundo exterior. Entré al museo, estampé mi firma, entonces caminé por un pasillo y de súbito me encontré frente a los primeros cuadros.
El arte es una dimensión espiritual que agrada y conforta como un dulce sueño.

Inicié la contemplación ordenando la agudeza de la vista. Confortando la disposición emotiva para alcanzar una lógica razonada. Entonces seguí los cuadros, primero disfrutando la impresión general, ésa que inmediatamente después desaparece porque se van descubriendo los detalles. Luego la ponderación de la obra aumenta y la imaginación del artista se hace exquisita. A esa altura, uno ya ha interpretado una buena globalidad de la pintura. Nunca se realiza el estudio de forma acabada. De la Gioconda todavía se siguen descubriendo detalles de su esotérica sonrisa. Hay quien dice que los relojes derretidos de Salvador Dalí, no es cómo el tiempo se estira, sino una negación del mismo. En el ámbito de la literatura como en la pintura, uno de sus valores consiste en que al paso de las épocas estas obras de artes van ganando quilates.

El cuadro que examinaba develaba un libro abierto que a su vez, representa una ventana con las celosías en claro por donde se asoma la existencia de un paisaje de río y árboles.
Pero en el filo de los enrejados estaba escrito un poema cuya primera estrofa se podía leer y los demás versos era una simulación de palimpsestos. de modo que el libro auguraba una ventana abierta hacia el mundo. La estrofa legible expresaba :

                                    La naturaleza
                                    extiende sobre sociedades,
                                    una verde mano
                                    de mágica beneficencia.

En un lugar conveniente, en el salón de la exposición, se destacaba un cajón de madera pulida de color rosado, que sostenía una enorme pipa o cachimba como de cuatro pulgadas de diametro en su redonda bocaza . Contenía una cantidad excepcional de picadura de tabaco y el intenso aroma saturaba el aire. En el redondel de la taza de la gigantesca pipa se asentaban seis pipas de tamaño normal incrustadas en forma invertidas para guardar un equilibrio : boquilla hacia adelante y boquilla hacia atrás. No se podría negar la originalidad y gracia de la conformación artística. Al lado sobre el tope rosado, despedía fulgores un guanín de cacique : disco de oro con exergo taíno. Naturalmente, un custodio armado vigilaba la exposición.

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