miércoles, 27 de agosto de 2014

Miradas

Mis ojos te buscan apasionadamente,
los tuyos no me miran.
Cuántas miradas pugnan
en diferentes mundos
y en distintas épocas.
Unas que asechan y persiguen,
otras que furtivamente se pierden
entre celajes y lejanías.
Pero ha de llegar el momento,
que cual palomas en tiempo de arrullo,
se acerquen al calor de un beso.

lunes, 18 de agosto de 2014

Oeufs

Ojos de intenso amarillo
cubierto de gelatinosidad.
Clara intención de resbalar
en la transparente viscosidad.
Tiene asiento en la sartén
con hervor de sumo de aceitunas.
Nutre en la mesa
 y se acompaña de tostadas.

domingo, 3 de agosto de 2014

Romance de adolescentes en el lago

Hay un punto indeciso que se mueve en la lejanía;
la ilusión, la realidad de ser es, que me espera en
el tiempo y tiembla con giros de futuro.


Yo vi el lago de un color profundo, tanto que indeciso. Se notaba quieto en el rumor del silencio. Una barca atada a sus expiraciones, anhelaba huirse en sus aguas. Ella estaba allí sentada en la popa. Su rostro surgía en relieve sobre el fondo verde del lago.

Hacía frío. Las nubes venían de lontananza y retenían su viaje agrupándose tiznadas en el espacio. Eran esperanzas quebradas. Detuve la mirada en los grises cúmulos y recordé el comienzo de aquellos primeros días de mi vida. Todo en aquel tiempo eran ideas que apuntaban lejos. De noche en mi cuarto, organizaba las posibilidades de realizarlas y todo parecía alcanzable. No obstante me sentía lejos hasta de mí mismo; porque el camino apenas vislumbraba dos tobas allá en el fondo de la vida.

Todos los días el sol miraba sobre las montañas y me vi de pronto en una adolescencia avanzada. Tomé la pluma y, donde había escrito rosa, escribí hollín, donde apunté exuberancia, esbocé miseria; donde estampé luz, sellé con oscuridad. ¿ Qué me indujo a hacerlo ? Pues las duras realidades de la vida, cuando miré con ojos de adulto lo que había contemplado con ojos de niño.

Bajé la vista de las nubes a la voz insistente de su llamada. Miré al cielo de sus ojos y, había luz en ellos. La barca se tambaleaba por el movimiento de ella, semejando remar con sus brazos. Sonriendo me convidaba hacerme a la navegación. Cuando me aprestaba a desatar el bote, comenzó a cantar aquella canción que ella sabía que me gustaba tanto oirla en su voz, en su admirable y preciosa voz. ( Yo siempre estuve enamorado de su espíritu, de su alma. No necesariamente de aquel grácil cuerpo ni de sus preferencias, pero sí de la tangencia, la voz melodiosa, plena de notas armónicas me cautivó y me raptó como un cuadro de algún famoso artista, que al contemplarlo caí al abismo de sugerencias y fui llevado a un mundo de perspectivas infinitas por caminos de de una pasión eterna ). Las canciones populares tienen algo de efecto clásico y tocan más directamente la parte sensible que nos vuelca el alma a evocaciones.

Nos hicimos al lago y tomé los remos. Ella cantaba con la misma emoción de siempre. Con los remos se empujaba el agua descansada al fresco de la tarde. Parecía imprudencia  interrumpir el reposo de aquellas aguas en la tarde sosegada. Cuando el golpe de los remos caía, se oía un chasquido delgado y burlón, acaso como para no negar la lógica de las leyes físicas; pero si mirábamos hacia lo lejos, ya no se percibía.

Nos alejábamos de las orillas donde quedaban allá, haciéndose más pequeños cada vez, algunos hombres que tiraban sus anzuelos. Parecía que aquellos pescadores nos despedían desde las orillas con alegres señales de manos; bien sabíamos que era el tirar del señuelo. A medida que nos deslizábamos lago adentro, el paisaje emergía más amplio. Las montañas azulosas y tupidas se dibujaban en oleajes informes que dejaban caer hasta la periferia del lago. Las praderas eran sabanas cultivadas de cañas de azúcar con matices de verde amarillo. la chimenea de una vieja centrar oxidada lanzaba nubes brunas que cargaba la brisa hasta dejarlas sobre los picos de las montañas.

El mugido de un buey despreocupado y dócil, como el espíritu de mi pueblo, llenaba el ámbito del lago. Las nubes se intensificaban en un gris obscuro y las aguas tomaban tonalidades de sombras. Ella concluyó la canción. Me miró y su mirada no llevaba sensualismo, más bien traslucía inteligencia. Extendió una mano y la apreté con la mía. Dejé de remar y recosté la cabeza sobre su falda. Eché la mirada al espacio y el cielo me parecía cercano por la negrura que se cernía en las nubes que lo cubrían.

Mientras ella pasaba sus manos sobre mi cabeza, continué pensando en la lucha por emanciparme de la anulación de mi espíritu como hombre de valor y trascendencia. Cuántos habían hecho ya afirmaciones ceñudas de mi mermado futuro! -- ¿ Con qué recursos vas a estudiar ? -- Preguntaban algunos como si enclavaran mallas de impedimentos. Hubo una persona que una noche se acercó a mí y me profetizó mi suerte.
" En Estados Unidos reclutan jóvenes y ganan buenos sueldos en la agricultura de aquellas tierras. No obstante, la verdad estaba en mi puño, y le apretaba con fuerza y me ilusionaba con ella. Me daba cuenta, que los que me hablaban de este modo no dejaban tras de sí ningún historial de una voluntad vigorosa que los moviera hacia realizaciones nobles. En cambio, eran seres de límites.

Pero yo soñaba con subir a cúspides de valores, porque creía en mí por encima de todo rumor y mal entendido. Qué hermosos aquellos días de intenso reto ! Todo lo emprendía con fuerzas y decisión. Leía libros que me parecían maravillosas : el cuento De los Apeninos a los Andes, se me figuraba un gran empleo de constancia y voluntad. Los cuentos de Hispanoamérica comenzaron a despertar en mí, un profundo amor por la literatura. Después cayeron bajo mis ojos otros libros más influyentes. Todas estas lecturas abrían mi alma en un florecer de ilusiones. Así se formaba dentro de mí el hombre. Días muy bonitos aquellos . Cada vez que me asomo a aquellos días mañaneros,  siento una profunda satisfacción y un gran deseo de vivir.

Un trueno ensordecedor me trajo al presente de nuevo. El cielo se había obscurecido totalmente. Destellos de luz cruzaban el firmamento. la lluvia amenazaba inminentemente. Decidimos regresar; pero ya caían las primeras ráfagas de lluvias que crepitaban en el lago. Ella temerosa por la violencia de viento y aguacero, la oscuridad del paisaje y los relámpagos, se apegó a mi lado. Yo remaba con bríos, pero el lago parecía hacerse más ancho. La barca se tambaleaba de costado a costado y ella tiritaba de frío. Sus ojos se anegaban en lluvia, su cabello adormecido lucía más negro. Avanzamos, avanzamos...

El ancón surgía allá en un paisaje desteñido, destacándose varios botes de diversos colores. Extenuado y calenturiento a pesar de la lluvia que fustigaba con insistencia, dejé los remos para descansar un instante...

Todo fue hecho. el cielo se despejó y apareció en nácar y mármol. La chimenea de la vieja central había dejado de lanzar humaredas. Los hombres que se divertían tirando sus anzuelos a orillas del lago ya no estaban allí. Solos Elsa y yo quedábamos en la bonanza.